sábado, 7 de junio de 2008

El trato amable

Hoy he quedado gratamente impactado por la amabilidad y el buen trato que he recibido por parte de un joven en la calle, cuando le pedía orientación para encontrar una dirección. Su cordialidad se mantuvo a pesar de mi torpeza para entender sus indicaciones. La verdad es que me iluminó el día.
Las buenas maneras en el trato con los que nos rodean muestran en la persona una sensibilidad, un interés por los demás. Por el contrario la falta de consideración y las actitudes descorteses, cuando no agresivas, nos hablan de una sociedad llena de individuos que solo miran para sí y difícilmente están abiertos a la empatía y la convivencia.
Hablar de normas de cortesía y urbanidad no supone someterse a un complejo catálogo de normas de conducta, sino actuar sabiendo donde estas y con quien, siempre bajo una inspiración de respeto a la dignidad de las personas en general y a sus circunstancias particulares.
He observado que una persona es naturalmente amable cuando su vida está permeada de valores éticos y estéticos, cuando la empatía se convierte e una verdadera apertura del "yo" hacia el "nosotros".
La sonrisa, el gesto amable, el tacto en el trato demuestra consideración, generosidad y capacidad de mantener el buen ánimo más allá de las propias circunstancias. La amabilidad es una muestra de serenidad y completura de quien ha coronado con un corazón noble y bondadoso la polifacética personalidad, facilitando una armonía entre el pensar el sentir y el hacer.